La reforma global y la tecnología obligan a la transparencia ante haciendas cada vez más coordinadas.

La confluencia de dos fuerzas imparables -una reforma política global y una revolución digital en la supervisión- ha creado un nuevo escenario fiscal internacional donde la transparencia es obligatoria y la colaboración entre haciendas públicas, una realidad operativa. Para las grandes multinacionales, el mensaje es claro: la adaptación no es una opción, es una obligación. El cumplimiento de Pilar II exige la gestión de aproximadamente 250 datos específicos por cada entidad del grupo. Una tarea titánica e inviable sin una estrategia tecnológica robusta. La cantidad de información que será potencialmente requerida va a necesitar de tecnología para automatizar tanto la recopilación como el tratamiento de estos datos. Esto implica diseñar un flujo de datos integral desde los sistemas de origen hasta las declaraciones finales, garantizando la integridad y la trazabilidad de la información. Pero la tecnología no es solo un reto para las empresas; es también la nueva arma de las administraciones tributarias.

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