que cierra el primer capítulo en la guerra comercial que las dos principales potencias vienen librando desde hace casi dos años. El acuerdo abre el mercado chino a más compañías estadounidenses, especialmente del sector financiero, supone un aumento de las exportaciones de productos agrícolas estadounidenses y contiene compromisos de respeto a la propiedad intelectual, pero mantiene en vigor los aranceles a productos chinos, por valor de 360.000 millones de dólares. Estos gravámenes permanecen vigentes, ha explicado Donald Trump, para que Estados Unidos pueda tener “una herramienta negociadora” de cara a la segunda y última fase del acuerdo, cuya negociación ha dicho el presidente que empezará inmediatamente.